Desde hace seis años la Filmoteca de Catalunya viene presentando, en colaboración con el Instituto Rumano de Cultura, una selección de los filmes más destacados realizados en Rumanía durante el año anterior, inéditos en nuestras salas, denominada Mostra de Cinema Romanès Contemporani.
Un cine que cuenta sus propias historias con un lenguaje y estilo definidos y que ciertamente goza de buena reputación entre los expertos por su calidad artística, con cineastas reconocidos internacionalmente como Cristian Mungiu, Cristi Puiu, Corneliu Porumboiu o Radu Muntean, pero que habitualmente no suele exhibirse comercialmente por nuestros lares.
Este año ha inaugurado la muestra 'Aferim!' (2015), del realizador Radu Jude, que se alzó con el Oso de plata al mejor director en el Festival de Berlín del año pasado, y no ha decepcionado nada.
La acción de 'Aferim!', cuyo título hace referencia a un vocablo turco que significa «¡Bravo!» pero empleado sobre todo con un sentido irónico, se desarrolla en la Valaquia rumana en 1835, territorio en disputa entre los Imperios ruso y otomano. Se trata de un viaje iniciático, de aprendizaje, que transita entre la comedia y la tragedia, a través de las enseñanzas que un padre, Constandin, un viejo alcaide, transmite a su hijo ayudante, el joven e ingenuo Ioniṭӑ, tanto de su oficio como de filosofía práctica de la vida, en el transcurso de la búsqueda, captura y entrega a su dueño de un esclavo gitano fugitivo.
Un viaje físico que le llevará a descubrir el mundo real en el que habita, que se ejemplifica esencialmente con el descubrimiento de la injusticia y la crueldad. En este sentido, el plano fijo inicial de los títulos de crédito, en el que aparecen unos cardos borriqueros movidos por el viento, resume en esencia la lección final que Constandin transmitirá a su hijo: la de la capacidad de adaptación, resistencia y supervivencia en un medio hostil.
A lo largo del recorrido somos testigos de los ideales, valores y costumbres de la sociedad patriarcal de la época, caracterizada por la sumisión de los débiles a los poderosos y de las mujeres a los hombres, al amparo de la legitimación religiosa. Y, a su vez, detectamos en el pasado las raíces de ciertos problemas endémicos del país, tales como la discriminación de los gitanos, la violencia doméstica contra las mujeres, la corrupción, el abuso de poder o la pobreza. Así, se nos muestra nítidamente, a modo de denuncia silenciosa, la resignada sumisión de los que son menos, los esclavos y los habituados a obedecer a la autoridad (sirvientes, campesinos y mujeres), aleccionados por la religión, frente a la inevitable y despiadada tiranía de los que son más, en una sociedad jerarquizada.
Del mismo modo, se exploran los motivos por los que el conformismo y la aceptación de la realidad se imponen al instinto de rebeldía ante una injusticia flagrante: tanto la apelación al cumplimiento del deber como el temor a represalias. En esta línea, puede proponerse una posible analogía con la Rumanía totalitaria.
Un cine que cuenta sus propias historias con un lenguaje y estilo definidos y que ciertamente goza de buena reputación entre los expertos por su calidad artística, con cineastas reconocidos internacionalmente como Cristian Mungiu, Cristi Puiu, Corneliu Porumboiu o Radu Muntean, pero que habitualmente no suele exhibirse comercialmente por nuestros lares.
Este año ha inaugurado la muestra 'Aferim!' (2015), del realizador Radu Jude, que se alzó con el Oso de plata al mejor director en el Festival de Berlín del año pasado, y no ha decepcionado nada.
La acción de 'Aferim!', cuyo título hace referencia a un vocablo turco que significa «¡Bravo!» pero empleado sobre todo con un sentido irónico, se desarrolla en la Valaquia rumana en 1835, territorio en disputa entre los Imperios ruso y otomano. Se trata de un viaje iniciático, de aprendizaje, que transita entre la comedia y la tragedia, a través de las enseñanzas que un padre, Constandin, un viejo alcaide, transmite a su hijo ayudante, el joven e ingenuo Ioniṭӑ, tanto de su oficio como de filosofía práctica de la vida, en el transcurso de la búsqueda, captura y entrega a su dueño de un esclavo gitano fugitivo.
Un viaje físico que le llevará a descubrir el mundo real en el que habita, que se ejemplifica esencialmente con el descubrimiento de la injusticia y la crueldad. En este sentido, el plano fijo inicial de los títulos de crédito, en el que aparecen unos cardos borriqueros movidos por el viento, resume en esencia la lección final que Constandin transmitirá a su hijo: la de la capacidad de adaptación, resistencia y supervivencia en un medio hostil.
A lo largo del recorrido somos testigos de los ideales, valores y costumbres de la sociedad patriarcal de la época, caracterizada por la sumisión de los débiles a los poderosos y de las mujeres a los hombres, al amparo de la legitimación religiosa. Y, a su vez, detectamos en el pasado las raíces de ciertos problemas endémicos del país, tales como la discriminación de los gitanos, la violencia doméstica contra las mujeres, la corrupción, el abuso de poder o la pobreza. Así, se nos muestra nítidamente, a modo de denuncia silenciosa, la resignada sumisión de los que son menos, los esclavos y los habituados a obedecer a la autoridad (sirvientes, campesinos y mujeres), aleccionados por la religión, frente a la inevitable y despiadada tiranía de los que son más, en una sociedad jerarquizada.
Del mismo modo, se exploran los motivos por los que el conformismo y la aceptación de la realidad se imponen al instinto de rebeldía ante una injusticia flagrante: tanto la apelación al cumplimiento del deber como el temor a represalias. En esta línea, puede proponerse una posible analogía con la Rumanía totalitaria.
Toda la historia está narrada desde un punto de vista distante e imparcial, debido al uso de la cámara fija y el plano secuencia. La fotografía en blanco y negro, como la del siglo XIX, en formato panorámico contribuye a ese distanciamiento. La película se abre y se cierra con un fundido en blanco que enmarca la narración. Así mismo, utiliza el fundido en negro para separar algunas secuencias, de acuerdo con su estructura episódica: el interrogatorio a los siervos del monasterio, a los buscadores de oro gitanos, el encuentro con un monje ortodoxo, la captura del esclavo gitano huido, etc.
A todo ello hay que añadir, además, la pretensión de recrear la atmósfera del lugar y de la época mediante el lenguaje coloquial, canciones, dichos y expresiones populares, y extractos de leyes de aquel tiempo, como explicó la coorganizadora de la Mostra, Ioana Anghel, en el acto de presentación, lo que unido al punto de vista neutro y las tonalidades en blanco y negro, así como las sonoridades orientales y los ritmos de la música tradicional, proporcionan mayor autenticidad y credibilidad al relato.
Javier Robles
@moiblancetbleu
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