Si
nos ponemos a hablar de comedia en el mundo del cine clásico, en un momento nos
vendrán tres o cuatro nombres imprescindibles: Chaplin, Buster Keaton, Laurel y
Hardy y, por supuesto, los hermanos Marx. Estos últimos nos dejaron muy buenas
películas, aunque también algún batacazo destacable, como el film que los llevó
al oeste.
¿De qué va?
Los hermanos Panello (Chico
y Harpo) se unen a Quentin Quale (Groucho), para ayudar a una pareja del oeste
a que su amor sea posible. Es todo una historia un pelín rara y rebuscada: terrenos yermos por donde pasará el tren, buscadores de oro, indios, salones,
pistoleros... Todos los ingredientes típicos de un western, aunque éste pase
por el filtro de los Marx.
La crítica
Sabe
mal, muy mal. Cada uno tiene sus referentes en la vida, sus referentes en el
humor y sus referentes en el cine; en algunas ocasiones, sucede que los
referentes de estos tres campos coinciden en una persona, como sería el caso de
Groucho Marx. Por eso, revisitar esta película con ganas de reír un rato y
llegar a sentir cierta vergüenza ajena le deja a uno el ánimo por los suelos.
Es cierto que la película arranca muy bien, con uno de los mejores gags de
todo el metraje (que nos recuerda al del tutti-frutti de 'Un día en las carreras'). La cosa va con los tres protagonistas y un billete de 10 dólares mágico
que siempre termina en el bolsillo de Harpo, pero a partir de ahí, con contadas
excepciones, todo el humor decae y uno espera que pasen rápido los setenta y
siete minutos de peli.
Y es que lo hermanos Marx
siempre habían tenido un método de trabajo muy concreto, que les había
permitido realizar algunos de los mejores films humorísticos de la historia
como ‘Un día en las carreras’ o ‘Una noche en la ópera’, pero en este caso
rompieron su rutina y eso fue su perdición, así como el inicio de su final como uno de
los grupos más divertidos de la historia del cine, ya que esta fue su penúltima
película.
Habitualmente, bajo la
tutela del todopoderoso Irving G. Thalberg, realizaban una gira por todo el
país con el guión que querían rodar en forma de vodevil. Con el público en vivo
podían ver las reacciones e ir retocando los gags, añadir improvisaciones al
guión o eliminar bromas que no provocaban el entusiasmo que ellos creían. Cuando
en 1936 Thalberg murió a los 37 años por un infarto, todo lo que aportaba a
este grupo de cómicos desapareció con él. No hicieron gira, el productor hacía
su trabajo al estilo de un funcionario (era sobrino del señor Mayer. Sí, sí.. el
de la Metro Goldwyn Mayer. Además, su ayudante era el yerno de Mayer), la ingénue era la mujer de William Powell y
ellos ya no se divertían haciendo cine. Como dejó escrito Groucho: “Nuestra
película se ha convertido en un cubo de basura para el estudio (...) Así que ya
ves que los únicos participantes en el largometraje que no tienen nada que ver
con nadie más que con ellos mismos son los hermanos Marx”
Cuando uno ve la película
ve a un Groucho muy profesional, que aparenta las mismas ganas de siempre, pero
al que le falta un poco de chispa y de ímpetu para ser el que nos partía en dos
de risa con la parte contratante de la primera parte. Chico está ahí porque le
toca estar, pero todos ven que preferiría estar en las carreras o jugando a las
cartas que rodando una película; lo de tocar el piano con una naranja es ya el
acabóse! Y Harpo... bueno, Harpo en su linea de siempre, con su bolso de Mary
Poppins de donde saca cualquier cosa y su arpa.
Y allí llega la peor
escena del film, la de los indios. Una escena con diálogos absurdos, con indios
de pega mal interpretados y más absurdos aún que sus diálogos y, a falta de
arpa, un telar le sirve a Harpo para enseñarnos sus dotes musicales. De verdad,
si véis la película en DVD o Blu-Ray, saltaros esta escena que no aporta nada,
con la foto que sigue ya os podéis hacer una idea.
Toda la trama es un poco
liosa, con una escritura de propiedad de unos terrenos que uno le dio a otro,
pero que el dueño del salón quiere conseguir para ganar dinero con la
construcción del ferrocarril... mal, todo muy mal. Es cierto que el argumento
no ha sido nunca esencial para los Marx ya que la base de su cine son los
diálogos picados y divertidos, pero entre esto y lo que nos encontramos en ‘Los
hermanos Marx en el Oeste’ hay un abismo.
El resto de personajes
sigue la linea de los guionistas: Walter Woolf King es el mal malo, torpe,
maligno sin motivación y de expresión ausente. Diana Lewis no tiene papel, es
solo un espantapájaros ahí plantado para que la corteje el guapo John Carroll,
que es más insípido que su personaje, que ya es decir... eso sí, todos hacen unos
gorgoritos que son un primor.
Por suerte, está Groucho,
que salva muchos momentos con grandes chistes, como cuando dice que no pueden
llamar a alguien porque Don Ameche aún no ha inventado el teléfono (Don Ameche
había protagonizado un biopic sobre Graham Bell el año anterior) o cuando en
mitad de la persecución final suelta “Vaya, acaba de pasar el mejor chiste de
la película!”
En algunos de los mejores
gags del film se ve la mano de Buster Keaton, que fue, como en la mayoría de
películas de los Marx, el guionista en la sombra, pero el estudio no quería que
se supiera porque pensaba que afectaría a la reputación de los hermanos. La
influencia de Keaton se nota, sobre todo, en los sketckes más recordados del film, el de la diligencia y el del tren (¿os suena ‘El maquinista de la general’?), el de “¡Más madera!¡Es
la guerra!” frase que por cierto jamás fue dicha en el original y que fue un
invento de los dobladores españoles. En realidad, Groucho se pasaba el rato
gritando “¡Jimbo!”
En general, hay que decir
que la película es bastante floja. Se podría decir que fue una premonición de
lo que estaba por venir, el final de los Hermanos Marx como cineastas e
impulsores de un género, el del humor, que les debe mucho, y cuyo estilo
inconfundible ha sido imitado infinidad de veces con mejorables resultados.
Claro, que si se compara
con esta ‘Los hermanos Marx en el oeste” cualquier cosa le podría dar
alcance...
Información de más
- El personaje de Groucho, S.Quentin Quayle, se pronuncia casi como San Quentin Quail, que es una manera de llamar a las lolitas.
- Buster Keaton colaboró durante casi toda la carrera de los hermanos Marx como asesor de gags.
- En el estudio les dijeron que no había presupuesto para incluir un personaje para Margaret Dumont, que siempre les había acompañado.
- June MacCloy, quizá la actriz con la voz más grave de la historia del cine, se retiró después de interpretar a Lulubelle (una mala suerte de femme fatale) en esta película.
Nota final: 4
He de decir que eres el critico mas acertado de cuantos he leido (y eso que mira que he leido criticos). Tus criticas son buenas y bien contrastadas y no se reducen,como tantas otras a dar una opinion basada en el gusto propio del autor (cosa que me parece de muy mal gusto, valga la redundancia!). Lo cierto ed que lo hermanos marx en este film acucian bastante la mala gestion del nuevo estudio.. Ellos intentan hacer su humor de siempre y nos dejan algun que otro gag visual de los que recordamos con sonrisa pero como bien dices...el resto de pelicula es un desastre...desdela interpretacionndesganada e insipida de los actores de reparto a la blasfemia de hacer tocar el piano a chico con una naranja o hacer tocar "el telar" a harpo (que ademas es inverosimil no solo porque toque un telar...si no porque se escuchan mas de dos instrumwntos cuando solo hay una flauta y un harpa improvisada).Gracias por tu critica y por las curiosidades que añades sobre el film. Atte: un cinefilo y fan de los marx
ResponderEliminarGroucho en la escena del tren dice "Timber!", no "Jimbo!", así que la traducción no está tan mal, pero "¡más madera!" hubiera estado mejor.
ResponderEliminarDe la forma que lo dice podría ser "¡árbol va!", en plan de mofa total