Los negros nubarrones que se avistaban a lo lejos del Auditori anunciaban una lluvia torrencial sobre todos nosotros, haciéndonos pensar si tal vez eso era un presagio de lo que íbamos a encontrar en el interior de la sala de proyecciones.
Dejando de lado absurdas teorías, esperamos pacientes que empezase la proyección de uno de los films más esperados de todo el Festival: 'Big Bad Wolves', una actualización perversa del cuento de Caperucita Roja en el que la misma Caperucita muere a manos del lobo que no es tal si no un pedófilo y asesino de niñas.
Una niña aparece muerta y sin cabeza en un bosque. Todas las sospechas recaen sobre un joven profesor, al que el policía encargado del caso y el padre de la última víctima quieren hacer confesar secuestrándolo y sometiéndolo a la misma tortura que el asesino inflinge a sus víctimas. ¿Pero es realmente el secuestrado el asesino? En ningún momento se nos da explicación de por qué los dos vengadores justicieros tienen tan claro que el joven profesor es el asesino. Para ellos no hay duda alguna. Empieza el juego del gato y el ratón.
La película de Aharon Keshales y Nabot Papushado es una hábil mezcla de violencia, venganza y humor negro, negrísimo, que te mantiene en tensión durante todo el relato y que peca de un precipitado final, extremadamente duro y totalmente alejado del tono de la película.
Excelente BSO a cargo de Frank Ilfman, con aires del Danny Elfman de las películas de Tim Burton (curiosa la coincidencia fonética de los apellidos de los dos compositores) y excelentes interpretaciones de los protagonistas principales, que han conseguido que el film sea uno de los más aplaudidos en todos los festivales en los que se ha presentado y que el mismísimo Quentin Tarantino lo haya considerado como una de sus películas favoritas del 2013.
Lo mejor: los toques de humor negro
Lo peor: la mezcla de géneros no acaba de funcionar
Después de los lobos tocaban los vampiros, pero no unos vampiros afeminados como los de la saga 'Crepúsculo', si no unos vampiros vistos a través de los ojos de Jim Jarmusch. Porque los vampiros de 'Only Lovers Left Alive' no se dedican a atemorizar poblados transilvanos, ni a transformarse en murciélago. Los vampiros made in Jarmusch son eruditos, ávidos lectores, excelentes músicos... vivir eternamente es lo que tiene. Incluso consiguen sus dosis de sangre podríamos decir que de forma legal, sin tener que asesinar a nadie y sobretodo sin tener que dejarse ver y pudiendo mantener el anonimato.
Él, Adam, vive en Detroit, una ciudad decrépita, azotada por la crisis más que ninguna otra, y que es perfecta para poder vivir solitaria y anónimamente. Ella, Eve, vive en Tánger. Se aman. Desde hace una eternidad. Y quieren estar juntos, a pesar de vivir separados por tantos kilómetros de distancia. Un vuelo nocturno desde Tánger con escala en París hace propicio el reencuentro y juntos volverán a revivir su pasión, hasta que la hermana de Eve, Ava, una vampira joven, alocada y con una forma de vida totalmente opuesta aparezca de nuevo en sus vidas para trastocar su tranquila existencia y hacer peligrar todo su mundo.
La mirada que Jim Jarmusch hace al mundo de los vampiros se salda con un triunfo total, sobretodo gracias al trabajo de los dos protagonistas, una Tilda Swinton arrebatadora y cercana, toda ella positivismo y alegría (o todo lo alegre que puede ser un vampiro) y un Tom Hiddleston excelente en su papel de vampiro solitario, depresivo, huraño y profundamente enamorado de su esposa.
Vampiros románticos, cultos, civilizados. Incluso con un punto emo. Jarmusch firma una película luminosa, a pesar de que no veamos ni un rayo de sol durante toda la proyección.¿Quién decía que la carrera de Jarmusch estaba muerta?
Lo mejor: la interpretación de los 2 protagonistas.
Lo peor: que se acaba y te quedas con ganas de saber más sobre los personajes. Por favor mr. Jarmusch... ¡¡queremos una 2ª parte!!
Pero no hay tiempo para recrearse, ni para romanticismos, ni para tocar la guitarra o la batería como hace el personaje de Tom Hiddleston.
Toca salir y volver a entrar. Cambio de chip.
Ahora, 'The Philosophers'.
Un profesor de filosofía propone/obliga a sus 20 alumnos a punto de graduarse un juego en el que deben imaginar que un cataclismo nuclear acaba de estallar a escala mundial y no tienen otra salida que escoger a 10 de entre todos ellos para habitar un búnker en el que dispondrán de todo lo necesario para sobrevivir un año. ¿A quién escoger? ¿Qué parámetros seguir? Evidentemente, el cataclismo nuclear no existe. Es el detonante para poner a todos los alumnos en situación y poder llevarles al límite de sus razonamientos, que acertados o no, serán los que decidan si logran salvarse.
En el film, que ha dirigido John Huddles, somos espectadores tanto de lo que ocurre en la clase de filosofía como en lo que imaginan que pasa al participar en el ¿diabólico? juego que les propone el profesor, excelentemente interpretado por James D'Arcy, que no duda en poner a prueba a sus alumnos, incluso chantajeándolos, intentando llevarlos hasta su propio límite.
Una propuesta curiosa y ciertamente original, que no llega a convencer tal vez por lo difícil que es hacer creer al espectador que los 20 alumnos sean capaces de entrar tanto en el juego del profesor como para tomar las decisiones que toman. Al fin y al cabo, no deja de ser un juego... ¿o no?
Lo mejor: la resolución al juego que toma uno de los personajes, que acaba con él en una isla paradisíaca con 6 de las chicas
Lo peor: la cara de peix bullit de la protagonista, muy guapa ella pero capaz de rivalizar con Ryan Gosling en inexpresividad
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