Que Hitchcock es uno de los grandes directores de la historia del cine es una obviedad. Y  aunque se le reconocen también algunas películas fallidas (‘Pero…¿Quién mató a Harry?’, ‘Topaz’…), quizá no acaben siendo malas y, sin duda, son superiores al mejor film de muchos otros directores. ‘Cortina rasgada’ es un ejemplo de ello.

Cortina rasgada es hija de una época y de un momento histórico. La guerra fría estaba en su apogeo, en el momento más tenso entre los dos lados del muro de Berlín, y el telón de acero (esta es la cortina a la que se refiere el título) separaba a los buenos de los malos. Hitchcock se pone al servicio de los buenos con una película que no es de terror, ni de suspense prácticamente, sino de intrigas políticas y un poco de espionaje.

A pesar de no ser la mejor producción de Hitchcock, no debemos olvidar quien estaba tras las cámaras. El talento le supuraba e, incluso sin querer, nos deja escenas como la del autobús, o la del teatro, simplemente magistrales. En realidad no pasa nada, y ya sabes que lo que podría pasar no pasará porque sería el fin de la película, pero la tensión es genuina y atrapa al espectador contra la butaca (o debería decir contra el sofá…) sin remedio.

A pesar de contar con un reparto inmejorable en ese momento, éste es seguramente uno de sus puntos flojos. Julie Andrews sorprende en la primera escena en una actitud poco “marypoppiniana”, pero después adopta el papel de acompañante del protagonista y no lo suelta en ningún momento. Su actuación no aporta nada a la película, aunque tampoco estorba porque, como digo, no hace nada.

Tampoco Paul Newman, grande entre los grandes, nos regala aquí ninguna gran actuación. La contención de su personaje, un frío científico, le ata tanto que apenas si expresa nada y en las escenas en las que se supone que está tenso tiene la misma cara que cuando está indeciso o cuando está asustado. Parece que un actor sin nombre se hubiera puesto una careta de Paul Newman y hala, a correr.