Grand Hotel, o el origen de las historias cruzadas [Cine]

Después de ver como en la última edición de los premios Oscar la película 'Gran Hotel Budapest', que ha levantado pasiones (incomprensibles, con perdón), se llevaba el premio a la mejor banda sonora y algún premio menor más, a uno le vino a la mente otra película de hoteles y varias historias cruzadas o paralelas: 'Grand Hotel'.

¿De qué va?

En el Grand Hotel de Berlín, finales de los años 20, se cruzan por el hall del hotel un empresario de provincias que debe cerrar un gran trato, un barón que en realidad es un ladrón de guante blanco, una diva del ballet, un enfermo terminal que quiere pasar sus últimos días viviendo a lo grande y una secretaria. Se irán cruzando entre ellos y tendrán sus más y sus menos.

La crítica


La Metro-Goldwyn-Mayer estaba considerada en el periodo de entre guerras la mejor creadora de películas, la productora que sabía ensamblar obras de calidad y que a la vez fueran éxitos de taquilla. 'Grand Hotel' es la máxima expresión de este hecho: el film está basado en una novela de prestigio de la austríaca Vicky Baum, el director Edmund Gouldind tenía fama de ser un gran director de actores, un quinteto protagonista capaz de protagonizar cada uno por separado películas de éxito, un decorador estrella, Cedric Gibbons, que recrearía en los estudios de la Metro el Grand Hotel de Berlín casi a la perfección y un productor, Irving G. Thalberg, considerado el gran cineasta de su tiempo. Con todos estos elementos, cada uno en su apartado lo mejorcito del cine de la época, no podía salir otra cosa que una gran película, en principio. Pero el resultado, espectacular para la época, hoy no se mantiene igual.

La película fue concebida como un vehículo de lucimiento para Greta Garbo que en aquellos años era la estrella más brillante de todo el firmamento hollywoodiense, no había actriz más famosa y por eso su sobrenombre era “la Divina”. El productor y la diva decidieron juntos el resto del reparto e incluso el director.

Para este trabajo escogieron a Edmund Goulding, un director que venía del mundo del teatro y que estaba especializado en el tratamiento de los actores, gracias a unos ensayos en los que él interpretaba todos los papeles. A pesar de eso, era un director sin mucha personalidad, pues siempre reflejaba el estilo de la productora para la que trabajaba, subordinando su propio estilo.
Para su compañero masculino, Garbo pensó en John Gilbert, con quién había coincidido en numerosas ocasiones, pero Thalberg lo veía ya un poco mayor para el papel del barón y convenció a la actriz que era el momento de hacer un cambio. Robert Montgomery, que había finalizado el rodaje de ‘Inspiración’ con la actriz sueca,en cambio, hizo la prueba pero daba demasiado joven en pantalla. Pospusieron el debate mientras elegían el resto del reparto.

Joan Crawford, otra de las grandes estrellas de la MGM había sido fichada (lo de ser fichada es un decir, las estrellas tenían contratos por años con las productoras y no por películas; simplemente hacían las películas que les decían que tenían que hacer para estar siempre trabajando). El personaje de Crawford, la señorita Flaemmchen, es un personaje sin glamour, pero es el típico personaje robaescenas gracias al talento descomunal de la actriz. Además consiguió, después de una rebelión, que su personaje, que tenía previsto llevar un solo vestido durante todo el rodaje, llevara dos diferentes.

Wallace Beery acababa de lograr un éxito de taquilla tremendo con el film ‘El campeón’, y no estaba muy seguro de su papel, ya que le parecía un poco antipático. Le convencieron diciéndole que, como amante de la interpretación, le permitirían que su personaje fuera el único con acento alemán de la obra, por ser de provincias. El reto le entusiasmó y aceptó sin más.

Mientras se decidían estas cosas, Thalberg estaba terminando otra de sus películas: ‘Arséne Lupin’. Y allí encontró las dos piezas que le faltaban en el reparto, los hermanos John y Lionel Barrymore. Hijos, padres y nietos de actores, forman parte quizá de la saga, con permiso de los Huston, más importante de la historia del cine.

Los cinco actores están estupendos en sus personajes y parecen estar tallados a medida. Greta Garbo le da un aire dramático a su personaje sin igual. Vicky Baum dijo de ella: “¿De dónde sacó aquellas leves arrugas de tristeza alrededor de la boca y en la frente? ¿Y cómo hace que  desaparezcan con el despertar del amor? ¡Gracias, Greta!”

John Barrymore, como el galán de la película, le da un toque de glamour extra al hotel, con su pose elegante y desenvuelta. Es el único personaje que se mezcla con los otros cuatro y con todos adopta un carácter distinto.

Su hermano Lionel, interpreta al enfermo que va a pasar sus últimos días viviendo a cuerpo de rey en el Grand Hotel, y aunque su interpretación es algo demasiado teatral, es perfectamente creíble. Igual de creíble el papel de Wallace Beery, con el pelo cortado a cepillo y ese exagerado acento alemán que le apartan del resto de personajes, convirtiéndose en el malo de la película desde el principio.

Joan Crawford es quizá quien tiene más mérito como intérprete en la película, pues su personaje parece vulgar, demasiado de la calle y ella lo convierte en algo sublime, con muchos matices que le dan un halo especial.


Hay muchas cosas que están muy bien en la película, como el reparto, los decorados, la escena inicial, en la que en un minuto y medio a través de conversaciones telefónicas ya se nos ha presentado a todos los personajes y sus intenciones (excepto a Greta Garbo, que no aparece, para crear expectativa, hasta los veinte minutos de metraje), la iluminación de ese blanco y negro tan brusco... pero es una película con ciertos aspectos que, visto hoy en día, chirrían como un tren en frenado de emergencia.

Rodada en el año 1931, el cine sonoro tenía únicamente cuatro años de existencia, y quizá no sabían muy bien aún como explicar según qué situaciones. Con lo que los diálogos se ven forzados, las interpretaciones demasiado amaneradas por la corta distancia desde el cine mudo, el sonido ambiente se come en ocasiones las frases de los personajes y, todo hay que decirlo, la obra de Baum, bastante más enrevesada, no lo pone fàcil.


En el film, que de las tres horas de duración iniciales se redujo a algo más de una y media, hay cosas que suceden de golpe, como el enamoramiento entre el barón y la diva del ballet, o el romance entre el mismo barón y la taquígrafa, que después se acerca al enfermo... es un poco caótico en su desarrollo pero claro, és una película que ya tiene más de ¡ochenta años!

Además del quinteto protagonista, aparecen también grandes actores como Lewis Stone, Jean Hersholt (la Academia otorga un premio honorífico a las labores humanitarias con su nombre) o la italiana Raffaella Ottiano. El único problema que hubo en cuanto a reparto fue cómo encajar a Joan Crawford y Greta Garbo, permitir que las dos se lucieran sin que ninguna de ellas hiciera sombra a la otra. Ambas no coinciden en un solo plano, de hecho no coincidían ni siquiera en plato, pues Garbo rodaba por las tardes y Crawford por las mañanas. Por no coincidir, casi no coincidieron ni en los carteles y únicamente se hizo una foto de promoción con todo el reparto unido.


En definitiva, es un film con cierto atractivo, de las primeras películas rodadas con un escenario central en el que van pasando diferentes historias, pero con ciertas carencias si comparamos con el cine más moderno, no digamos ya el actual. Es por eso que su visionado puede ser un poco duro si uno no está acostumbrado al cine de los primeros años 30.

Ahora bien, siempre es agradable ver películas corales donde cada actor que aparece está mejor que el anterior que ha aparecido, a excepción de Greta Garbo, que sin hacer nada mal, tampoco creo que merezca la categoría de mito que se le ha otorgado.

En mi opinión, prefiero este ‘Grand Hotel’ que el más reciente y caricaturesco ‘Gran Hotel Budapest’, un mero desfile de rostros conocidos y poco que contar.

Información de más
  • La película ganó un único Oscar, pero fue nada más y nada menos que el de mejor película, sin haber estado nominada en ninguna otra categoría. Un caso único.
  • Greta Garbo, en las escenas con John Barrymore a solas, hacía poner una cortina entre ellos y el equipo para poder creer que estaban solos. También exigía en esas escenas luz frontal.
  • Después de esta película, todos los films con diversas historias entrecruzadas se decía que usaban el "estilo Grand Hotel".
  • Las entradas del estreno se vendieron a 1.50 dólares, un precio desorbitado para la época, en que el precio habitual estaba alrededor de los 35 centavos. Como si hoy un estreno costara unos 35€.
  • En el estreno, se prometió una actuación de Greta Garbo, pero esta no apareció y Wallace Beery salió travestido imitando los gestos grandilocuentes de la actriz sueca y diciendo su frase más repetida de la película "I want to be alone". El público le abucheó.
Nota final: 5

Unknown

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